LITERATURA

ESTO NO ES UN PARTO, UN RELATO DE TAMARA TENENBAUM

Nadie vive tan cerca de nadie es un libro de cuentos –premio Ficciones del Ministerio de Cultura en 2018– que ahora suena titulado premonitoriamente. No es casual, la autora escarba interiores y parece ver el futuro. Seleccionó este, tan breve como maravilloso. Cortito y efectivo. Un trompada existencial.

ILUSTRACIÓN: CECILIA MARTÍNEZ RUPPEL

Las veces que me tocó ser la extraña bondadosa en el momento crucial de una persona; pienso en esa noche que estaba cogiendo con un chico que conocía poco y el frenillo se le quebró, y nos ensangrentamos los dos, como cuando yo me indisponía pero con dolor. Fuimos al sanatorio y llamé a su mamá. Tenía las piernas bronceadas y las tetas más lindas que yo. Era el Otamendi, todo olía a mármol, a limón y a una vida responsable de prepagas y trabajos en blanco. Ella no. Ella olía a cama solar, a tabaco con perfume fuerte y floral encima, a hembra del siglo XX. Ella se llamaba Graciela, él se llamaba Ezequiel, yo me llamaba Irina. De Ezequiel recuerdo las pecas, tenía por todos lados. Y que hacía la cama muy tensa, como un militar: alguna vez probé si rebotaba una moneda y sí, la cama pasaba esa prueba.

Esperamos los tres a que el médico nos llamara por el nombre de Ezequiel. Graciela sacó de su cartera un cigarrillo, se lo puso en la boca y se quedó mirándome con el encendedor en la mano. Al segundo entendí: quería que yo se lo encendiera. Lo hice y nos vino a buscar una enfermera. Graciela no le hizo caso y se terminó su cigarrillo mientras la enfermera que tenía un rodete y la pollera del uniforme medio larguita como enfermera voluntaria de la Segunda Guerra Mundial fruncía la frente y le suplicaba que lo apagara. Se lo terminó, ya está. No vamos a prender otro. No llores, Mary Graham, Dolores Del Río, Norma Jean, como sea que te llames. Ya nos vamos.

Graciela y yo tomamos las manos de Ezequiel mientras el médico lo suturaba. Una mano cada una. Graciela vio el pito de Ezequiel y me vio a mí mirándolo también. Mitad trío, mitad sagrada familia. Lo parecido que es suturar un tejido humano y coser un botón: muy parecido. El movimiento es parecido, el hilo es parecido, la textura de la piel y la de la tela son parecidas. ¿Por qué entonces, todavía, no hay máquinas de coser personas? Graciela y yo mirándonos a los ojos. Su hijo en el medio, llorando, con las piernas abiertas, tratando de no mirar pero espiando, a ver qué le pasaba ahí entre los muslitos de pollo. El colchón ensangrentado: pensaba en la cama de la que veníamos. De las sábanas quizá sale la sangre pero el colchón lo va a tener que tirar. El olor a hierro no se le va a ir nunca. Me acordé de la vez que me cosieron a mí, que me tropecé con una baldosa rota y me rompí la pera. Estaba saliendo de una parrilla con mi mamá, mis hermanas y mi novio de esa época, era chiquita, tendría 22. Yo entré sola a que me cosieran, no como Ezequiel, pero bueno era la pera nomás. Cuando volví remendada a la sala de espera estaban solamente mi mamá y mi novio; ni rastro de mis hermanitas. Les dije a las nenas que se fueran, me dijo mamá. Total, esto no es un parto.

Nadie vive tan cerca de nadie (Emecé, 2020),
de Tamara Tenenbaum.

Se consigue en físico y en digital.