BITÁCORA

ENCUENTRO DE DOS MUNDOS

“Los declaro marido y mujer”, dijo el cura y así me anunció indirectamente que el momento más estresante de la jornada ya había pasado. Solo quedaban por delante once horas de intentar ser invisible detrás de la cámara y retratar la intimidad de los invitados a la fiesta. Para no romper mi rutina de trabajo, antes de comenzar fui a picotear algo en la recepción, pero me interrumpió la novia: “¡Hagamos fotos de mi papá ya! Se tiene que ir porque está con prisión domiciliaria. Lo dejaron salir una hora”.

Y así fue como el típico casorio dejó de ser tan típico y la intimidad de la familia se me reveló de cuerpo entero. Ahí estaba uno de los asesinos de H. G. Oesterheld. Un hombre ya mayor, que tenía puesto su traje militar de gala. Posaba con una sonrisa, sentí que ostentaba su breve momento de libertad. Disparé. Un clic con mi cámara.

En los casamientos, los clientes me pagan para verse bien y recordarse felices. Pero también soy reportera gráfica y el periodismo me cachetea, me dice que no confíe en los cuentitos de hadas. Trabajar en prensa es un cable a tierra muchas veces bestial y trabajar en fiestas, un respiro que, esa vuelta, se torció. De pronto, los dos mundos se unieron en un disparo.

Lo que más me gusta de hacer las dos cosas es entrar y salir de realidades muy distintas. Poder asomar la cabeza en cada una y ver qué hay adentro. Aunque lo separo en dos mundos, sé que todo es parte de lo mismo. A veces, encuentro imágenes que me llenan de felicidad y otras, me queda impregnado un sentimiento denso, triste.

Cuando todo se junta, son las dos cosas a la vez. En 2018 fui a cubrir la marcha de NI UNA MENOS en un micro escolar. Viajé desde Banfield hasta el obelisco con decenas de pibas y pibes que pedían justicia por una de sus compañeras asesinadas. Llovía, faltaba Anahí Benítez. Disparé. Un clic con mi cámara.

En DIGAN SUS ELOGIOS hago retratos. En este número 9 veo cómo los mundos son los que disparan las imágenes. Por ejemplo en literatura, con un poema de La pequeña compañía, de Marina Mariasch, y cuatro mini textos silvestres de Criaturas dispersas, de Natalia Gelós. O en el capricho, que reúne ensayos breves sobre el frío de Martín Blasco, Natalia Moret, Ana Navajas, Alejandro Méndez, Lila Biscia y Nina Ferrari. Las reseñas abren otros universos, como el de La fe secreta, novela de Alejandra Bruno, que hace Darío Sosa, o el de los de los cuentos de Lagunas y gitanos, de Luciana Pallero, que analiza Mariana Armelin. Hay, además, una entrevista a Astromostra, que es una charla terrenal y mística con Martín Gagliano. Y también tenemos cuadros, a modo de ilustraciones, de la artista visual y muralista Sol Ramos.

Ser fotógrafa es un solo mundo. El que me da pase libre para bailar en fiestas ajenas y comer cosas ricas de las mesas dulces. Marcho con mi cámara junto a una masa de gente indignada, entro a iglesias de religiones que ni conozco y también alguna vez me tocó mirar a los ojos a un represor, ver cómo se mezclaba lo que yo mantenía separado. De cada una de esas visitas furtivas me llevo alguna sensación que guardo con más cuidado que las fotos. Porque las fotos son mi excusa. 

TEXTO Y FOTOS:
VICKY CUOMO,
de la banda Imprescindibles de la mafia positiva
(en forma de fotógrafa)