LITERATURA

CAMPOS VERDES, UN RELATO DE PATO MOREIRA

Pollo al horno, de granja, dorado, crujiente. No es un manjar, sino un crimen en el plato si se mira el mundo con ojo animal. Con humor cáustico, y a pura acción, presentamos con este cuento —interactivo como La historia sin fin, que interpela a quien lee, ¿hasta dónde te vas a involucrar?— a una autora de corazón tan sensible como tenebroso, que construye historias de pulso oscuro, sostenidas por toda su luminosidad.  

ILUSTRACIÓN DE APERTURA: MAIA DEBOWICZ

Nací pollo. No me pusieron nombre ni número, así que me autodefino “Súper Pollo GT” o “SPGT”. Lo de GT no es por gran tamaño, aunque podría serlo, sino por “Gallinero Tronchelli”, lugar donde vivo. Tronchelli, el dueño, intenta ser un buen tipo con todos los pollos, pero eso no importa. Decidí huir y necesito confiar, por lo menos una vez, en un humano. Así que si están leyendo esto espero que me ayuden. Tenemos que armar un plan, y rápido. Antes, tienen que saber, porque influye en el procedimiento a seguir, que soy doble pechuga, un verdadero pollo de diseño genético. Eso implica que estoy, estamos, preparados para vivir sesenta días. Y cuando llega ese día, ¡zácate! Nos trasladan a otro galpón donde esperan los verdugos. Pero ese no será mi caso. Estoy decidido a no terminar condimentado en una bandeja de telgopor, envuelto en papel film, en una góndola de supermercado.

La huida no va a ser fácil, pero tampoco es imposible si me ayudan. Me quedan dos días para los sesenta. Hay que apurarse. Vivo en el tercer piso de jaulas apiladas y convivo con siete pollos más, pero ninguno es un SPGT y no traerán problemas para el plan: están demasiado anestesiados. Los antibióticos te liquidan. De mi jaula al piso hay dos metros y diez centímetros. Desde ahí hasta la puerta, siete metros más. O sea que estoy, en total, a menos de diez metros de la salida. Primero tengo que salir de la jaula. Después puedo volar al piso, aunque tengo pocas plumas creo que son suficientes. Por último, toca una corrida hasta la puerta. Finalmente, ¡la libertad de los campos verdes litoraleños que tanto quiero ver!

Volviendo a nuestro plan. Lo que tenemos que lograr en equipo es que se corte la luz. Hay que hacer saltar las térmicas, sería lo ideal. Ya calculé y entre el corte y el encendido del generador hay cinco segundos. Son cruciales. Sin electricidad se desactivan las cerraduras de las jaulas. Ese es el momento perfecto para llevar adelante la primera parte del plan.

¿Quién de ustedes puede entrar a esta historia a ayudarme? ¿Hay alguien dispuesto a hacer el bien? Vos, con tu estómago lleno de pollo, podrías salvarme para redimir culpas. O vos, que te la pasás rescatando gatos en redes sociales, podrías dar un paso más.

—Ok, entrás vos. Me cae bien tu actitud colaborativa. Tampoco tengo tanto tiempo como para ponerme a elegir más al detalle. Prestá atención: el tablero eléctrico está entrando al galpón, al fondo a la izquierda. Cuando llegues ahí te vas a dar cuenta de qué hacer. Lo que sí, tendrías que venir cuando oscurezca. Al terminar el día, Tronchelli viene a prender las luces para que sigamos comiendo toda la noche. No dormimos. Nunca. Un rato después de que comience ese engaño, es tu turno.

Tronchelli siempre deja la puerta abierta cuando viene a simularnos el día. Prende las luces, hace una recorrida corta y sale. Ese es el momento. No hay otro. Tenés que entrar detrás de él sin que te descubra. Yo voy a estar atento, así que te voy a ver y sabré que es el momento. Gracias, humano. Te espero.

Mientras, intento pensar en otra cosa, pero estoy tan ansioso que no puedo. Me gustaría molestar un rato a mis compañeros, jugar. Soy el único que tiene el pico entero, podría picotearlos hasta hacerlos sangrar. Nos enloquece el rojo y cuando lo vemos no podemos parar. El día que vinieron los cortapicos logré esconderme, ¿ves que tengo habilidades?, y como somos tantos —y casi todos iguales— nadie advirtió mi ausencia. Por eso, soy el único con pico entero. Eso me da ventajas dentro de la jaula. Desde entonces, soy SPGT, y el único con chances de escapar.

Hasta que llegue el momento me dedicaré a hacer todo lo que hace un pollo común en un día común: comer, cacarear y cagar. Así pasa el tiempo. Está oscureciendo.
 
—Atención, humano, está llegando la hora de tu redención.

El sol termina de caer.

—No me falles.

Tronchelli entra a cumplir su tarea.

—¡Ahora, humano!

Es el momento de que entres de verdad en la historia.

Te veo pasar y Tronchelli no. Tuve suerte de confiar justo en vos. Los humanos en general decepcionan. Pero se corta la luz y se destraban las jaulas. Estos son mis segundos. Empujo la puerta con el pico y salgo. Bato con fuerza mis alas rotas, responden, se abren. ¡Vuelo por primera vez!

Llego al piso en picada y corro. Me quedan pocos metros. Mis patas son cortas y no soportan mi peso. Tengo que seguir. La salida está a menos de un metro cuando se enciende el generador. Se activan las luces, pero estoy cerca. Soy un Súper Pollo, no me puedo rendir. Escucho detrás de mí los pasos de Tronchelli. Se acerca. Lo siento. Sigo corriendo. La puerta cada vez más cerca.

Corro con todas mis fuerzas, las que ni sabía tener, y llego a la última parte del plan: la puerta. La cruzo.

Salí.

No veo los campos verdes. Hay una noche cerrada. No distingo mucho más allá de mi pico. No sé dónde estoy. No conozco el afuera. No importa. Logré escapar.

La oscuridad trae un sueño que desconozco.

Tal vez durmiendo encuentre mis campos verdes.