LITERATURA

UN NIÑO PEQUEÑO, MINIRRELATO DE FRANCISCO GARAMONA

Es un párrafo, pero contiene no solo una historia, sino un mundo. La vejez y la infancia, el terror y la alegría son algunos extremos que construyen un cuadro en movimiento, como el de este texto, hasta ahora inédito. Un cuentito adorable y cruel que juega con el miedo, en escenas que se ven y escuchan. Qué se podía esperar de un autor que es poeta, músico, un fulgor de intensidad. 

ILUSTRACIONES: CJ CAMBA

Un niño pequeño con corbata y traje azul habita dentro de un cuadro. Pero cuando es de noche y todos duermen, él sale a dar una vuelta por la vieja mansión, propiedad de dos hermanas ancianas. Un perro blanco, que parece una alfombra porque siempre está tirado en el suelo, levanta la cabeza y lo ve pasar. El niño conoce el secreto del fuego y el del rayo. Y también sabe desintegrar sus propios colores en una espesa niebla de color ceniza. Sus mejillas rosadas, el arco de sus cejas pintadas con un pincel de pelos casi invisibles. Levanta sus manos y trepa por la vieja chimenea y también lo hace sobre el techo, andando cabeza abajo. Y su risa parece el sonido de cuando se rompe una vieja tela desgarrándola con las manos, de una forma seca, y abrupta. Los sirvientes de la casa cuentan que al cuadro del niño lo pintó una de las hermanas, pero no pueden precisar cuál de las dos, ya que son gemelas, y viven durmiendo en sus camas. Por las noches se escuchan pasos sobre los tejados y la antena parabólica del servicio de televisión por cable parece interrumpir sus transmisiones, con plenos de color que se interponen entre las escenas de películas o seriales, o a veces también parece que la tensión de la electricidad de la casa se sobrecarga y explotan los fusibles y todo queda sumido en la más profunda oscuridad. Y solo se ven unos ojitos, que guiñan intermitentemente, en su camino a la felicidad.