RESEÑA

DECÁLOGO PARA UN CASAMIENTO, DE MARÍA PAULA ZACHARÍAS: PARECE QUE LA FELICIDAD EXISTE

Pareja. Bebés. Un perro. Casa chalet. Bosque, leña, lenguas. Amor, pequeños milagros cotidianos. Un mix que encuentra el cruce entre boda y matrimonio para hacer breves, pero enormes, odas a la felicidad doméstica. Este es un libro de poemas que hablan de lo que pasa en una casa cuando es un hogar compuesto por una mujer, un hombre, tres chicos y un perro que se quieren entre sí.

POR: DANIELA PASIK

Es diferente un casamiento a un matrimonio. Nada que ver. Uno es la expectativa, el plan, una fiesta con vestidos, trajes, a puro romance y promesas, levitar en una sensación, el momento en el que todo está por pasar. El otro es la vida cotidiana, las obligaciones, lavar los platos, criar hijos, hijas, pasear al perro, hacer compromisos, un trabajo —elegido, pero trabajo al fin— de sostener, para avanzar, siempre armar. No es lo mismo un casamiento que un matrimonio. Pero, a veces, parece ser que puede ser un mix. O sea: pasar todo a la vez. 

Decálogo para un casamiento (Mansalva, 2021), de María Paula Zacharías, comienza con dos citas. Una de Irene Gruss, reina sin corona de la poesía doméstica y descarnada, y otra de Marosa di Giorgio, pitonisa de exuberancias salvajes. Esas son las puertas de entrada al mundo que propone este libro, como si fueran las pautas para leer el mapa que lleva un tesoro tan brillante y tentador como sencillo y al alcance de la mano.

“me río y te reís
y nos cuesta encontrarnos la boca”

Así cierra el primer poema, breve, que en seis versos logra la foto incapturable en imagen, esa de la complicidad en pareja. El erotismo y lo inocente, el conocimiento y la sorpresa, todo encerrado en un gesto. Es la apertura del primer capítulo, que también indica el tono con su título: “Así pasan nuestros días”, en un plural que se sostiene no por pose o endogamia, sino desde una elección tan sencilla y rotunda como ¿el amor? Sí, eso.

Un libro de poemas. Poemas sobre el amor. El amor como objeto de inspiración. Mientras el mundo se cae a pedazos y una pandemia arrasa el afuera. Cuando hace rato quedó claro que el amor romántico no solo es imposible, sino que hace daño. Zacharías no juega a la polémica, ni es antigua o está demodé, pero decididamente va a contramano de todo. Es valiente. Escribe en su burbuja sobre su burbuja, una que no solo la salva a ella, sino que contagia, en cada página, la intimidad luminosa y profunda con la que arma su hogar, que no es lo mismo que una casa.

Este hogar tiene el cortejo y la cosquilla en estómago como parte del matrimonio, en un casamiento constante. Están la exaltación —lírica y también concreta— de la ternura y el deseo en lo cotidiano. Ahora, hoy, en este tiempo en el que cada día se puede deconstruir algo más, cuando los feminismos —y el sentido común— proponen salir de los mandatos. En medio de todo eso, Zacharías encuentra en sus poemas un modo de vivir el amor romántico, pero transformándolo. Sin combatirlo, solo quitándole el peso del deber ser, enamorada de su elección.

“Todas las puertas de
los patios chillan.

Hacen un chirrido
metálico y agudo,
largo como un bostezo,
que indica que empezó la mañana
o terminó la siesta del domingo.”

Dice, así, en un inicio de poema que habla de eso, pero también de algo más. Y queda claro en el cierre, cuando explica: “No se deben engrasar: son así./ Sin ellas, no sabríamos/ que todo fue un sueño/ y que seguimos vivos”. Porque aunque pasea en sus versos entre olor a leña de un marido amado, hijos que la conmueven y música de grillos que la arrullan a la noche, no es una delirante que anda por la vida flotando entre pajaritos, ajena a las coyunturas.

Tampoco lo son sus poemas, que adoran, pero no idealizan. Una enamorada que vive un matrimonio feliz. Parece que existe, ella lo muestra. Una madre que entiende que no es dueña de su bebé. Lo describe con respeto: “Crece entre/ mis brazos/ este cuerpito/ que aprieto/ en mi pecho./ Cada mañana/ más pesado/ y más ajeno”. 


Periodista especializada en artes visuales desde hace dos décadas, Zacharías escribe en el diario La Nación y publicó libros como Guillermo Roux en sus propias palabras (Editorial Ariel, 2018). Este es su primer paso en la poesía, y capitaliza, de algún modo, todas sus experiencias. Su lirismo está repleto de imágenes y colores. Y el segundo capítulo, “Novios a la distancia”, podría ser un compilado de crónicas en verso —y algunas pequeñas prosas— sobre el enamoramiento. Hay mariposas, bocas, lenguas, deseo, abrazos. “En la ruta agradezco/ la penumbra tierna/ de luciérnagas y estrellas.// Voy camino a encontrarte”, dice.

El tercer capítulo se llama como el libro, y en esos diez poemas casi epifánicos arma literalmente su decálogo para un casamiento que es un matrimonio. En el VIII, dice: “recién encuentro sentido/ en todo lo anterior/ este camino ya trazado”. Y más cerca del final, declara “llegó la hora de ser sagrada/ entro en el baile de los horneros/ gravemente a juntar ramitas/ y emprender los trabajos más sencillos”. 

Decálogo para un casamiento, de María Paula Zacharías, es un conjunto de poemas que, en su totalidad —con tapa lila y lomo rosa incluidos— es una breve y luminosa oda a la felicidad doméstica, la exaltación voluptuosa de una erótica hogareña hilada a través de imágenes simples, brillosas. Al pasar las páginas hay ruido a familia, esa típica con hijos, un perro, chalet de jardín al frente y todo el cliché, pero comandada por dos personas adultas enamoradas, que duermen de la mano y bailan en piyama. La fiesta después de la fiesta.

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Decálogo para un casamiento, de María Paula Zacharías.
Editorial Mansalva, 2021.
94 páginas.
Se consigue solo en formato físico.






ILUSTRACIONES: FIDEL OTAÑO EZCURRA
FOTO: GENTILEZA EDITORIAL MANSALVA