Mi culito de rana. Así nos llamaba el profesor de música de la primaria cuando quería decirnos algo que podía ponernos tristes. Mi culito de rana, no vas a hacer de Bambi en la obra de fin de año. Mi culito de rana, hoy vas a tocar el triángulo. Mi culito de rana, vos mové la boca, pero no cantes. De esa manera, en medio de un canon, supe que desafinaba.